Haputale,
este es el nombre un pueblito situado en las montañas hacía el centro de Sri
Lanka, un pueblito repleto de laderas verdes atiborradas de té, te, y más te por todos lados,
donde las montañas y las nubes viene a
fundirse en una sin saber muy bien donde acaban unas y empiezan las
otras…
Es aquí
donde, no casualmente, el señor inglés William Liptom montó su primera fábrica
de te; y donde aún hoy, sigue explotando sus plantaciones, y con ellas, también
a sus trabajadores, entre ellos,
las
recolectoras de té.
Estas
chicas, mujeres, e incluso ancianas, suelen trabajar una media de 12 horas
diarias, de sol a sol recolectando manualmente hojita por hojita sacos y sacos
de té por el módico salario de lo que
viene a ser unos 140 euros mensuales aproximadamente.
¡¡¡Menos
de 5 euros el día!!!
Supongo
que cualquiera que lea estas condiciones salariales no dudara en pensar cómo
empresas internacionales como Liptom se aprovechan de las condiciones de nivel
de vida inferior para rentabilizar al 10000% su precio de producción respecto
al de venta.
Sin
embargo, todas y cada una de estas mujeres se mostraban contentas de al
menos tener un puesto laboral, y poder llevar
a sus casas un salario con el que mantener a sus familias. Ya que realmente,
según un operario de la fábrica-museo de Liptom Te, es un salario bastante
aceptable teniendo en cuenta el lugar donde se encuentran.
Por
otro lado, pienso… ¿qué sería de estas mujeres si el señor Don Liptom,
decidiera de repente ponerles un salario acorde con los países donde distribuye
su te, en vez de los países donde lo produce?
Es
entonces cuando se me va la olla y me imagino a todas estas chicas, para no
exagerar demasiado, como mileuristas… y miles de ideas locas me venían a la
cabeza.
¿Sabes
que sería ser mileurista en Sri Lanka? Wow… sería una pasada. Serían la Jet set “Las super women del té”, jejeje, me las
imaginaba llegando con sus cochazos a las plantaciones de té, cambiándose los
tacones por deportivas de marca antes de empezar a trabajar, y con
guardaespaldas al lado cargando con los sacos de te mientras ellas arrancan
delicadamente las hojitas…
Rápidamente
se me borró esa imagen de la cabeza y pensé, con tanta pasta en un país con ese
nivel de vida, no tendría sentido seguir con un trabajo tan duro; ya que cualquiera aceptaría el trabajo por
casi 10 veces menos de lo que lo harían ellas siendo mileuristas.
Por lo
que finalmente llegué a la conclusión de que si estas chicas recibieran un
salario de mil euros al mes, contratarían a otras menos afortunadas para que
hiciesen el trabajo por ellas… y seguiría así el estúpido círculo vicioso de la
oferta y la demanda de trabajos de mierda.
Al fin
y al cabo, nuestra visión de explotación SEGUIRÍA VIGENTE.
Bueno,
después de esta reflexión parece que me
he fumado yo unas hojitas de te… jejeje
En fin,
pienso que existe tanta subjetividad en estos temas que acabo haciendo este
tipo de reflexiones locas sin llegar a concluir nada claro al respecto. Aunque
dentro de mi cabeza no dejo de hacer paralelismos, “por supuesto que guardando
las distancias”, con nuestra propia sociedad europea y occidental.
La
subjetividad de la dureza del trabajo, la subjetividad de los derechos, la
subjetividad del empleado y el empleador, la subjetividad de la explotación, incluso la
subjetividad de las propias necesidades.
Lo cierto y verdad es que, pensando en esas
circunstancias, me acabo alegrando, sin mérito alguno, simplemente por haber
nacido donde he nacido, disfrutando de este modo de los beneficios de la simple
aleatoriedad del destino.
Una
alegría amarga, porque aceptando las ventajas respecto a otros países, España,
mi país, cada vez deja más que desear en lo referente al ámbito laboral, a
nuestros derechos y condiciones laborales, donde la mediocridad nos acaba acechando a todos, concluyendo de un
modo muy similar al que hacen NUESTRAS
AMIGAS LAS RECOLECTORAS DE TÉ DEL SEÑOR
DON LIPTOM, con un…:
“al menos tengo un
sueldo a fin de mes”.
Continuará el viaje...